Continuels-mobiles (Continuos-móviles)
Las primeras experiencias que hice con elementos móviles partían de las cajas de luz, y se realizaron a comienzos del año 1960. Estaban destinadas a servir como una suerte de diafragmas que modificaban sus formas según su posición, dejando pasar más o menos cantidad de luz. Me di cuenta, casi de inmediato, que con ellas podía experimentar, de forma independiente, los mismos problemas que me preocupaban en aquel momento, es decir, la múltiple variedad de situaciones en una misma experiencia. Las nociones de movimiento, de inestabilidad y de probabilidad se me aparecían de forma muy clara; se desarrollaba el trabajo con contingencias externas a la obra. La tendencia a alejarme de la noción de obra estable, única y definitiva se acentuaba cada vez más.
Algunas experiencias de esta época, de pequeño formato, ya contenían los elementos básicos que luego se pondrían a punto técnicamente, modificados, expandidos.
Una de estas experiencias consistía en lo siguiente: sobre un fondo blanco (60 × 60 cm) superponía otra superficie blanca de las mismas dimensiones cortada en pequeños cuadrados, a una distancia de 5 cm. Siempre conservando su posición original, estos cuadrados pendían de un finísimo hilo de nailon, por delante del fondo, de manera que podían tomar cualquier posición y dar vueltas independientemente. De este modo, sus posiciones posibles eran indeterminadas, su movimiento se volvía más lento o más rápido según la fuerza del aire, y la iluminación, asimismo, se modificaba según el ángulo de incidencia de la luz.
En otra experiencia similar, el fondo era negro en vez de blanco y la posición de los cuadrados alternaba de modo que, partiendo de dos posiciones extremas (una con todos los cuadrados perpendiculares al fondo — dominio del negro— y la otra, con todos los cuadrados paralelos al fondo recubriéndolo —dominio del blanco—) se establecía por el libre movimiento de cada cuadrado una media del 50 % para el blanco y también para el negro. Sobre esas experiencias realicé, en aquel momento, diversas fotos tomadas en forma instantánea o mediante exposición prolongada. Con estas últimas se comprobó la igualdad de probabilidades del negro y del blanco.
Otra del mismo período consistía en reemplazar los cuadrados opacos por otros de plexiglás transparente sobre fondo blanco. La desmaterialización visual de los elementos de base (los cuadrados transparentes) ponía en evidencia la importancia de los elementos exteriores como el aire que los movía o las imágenes del entorno que, fraccionadas, eran captadas por cada cuadrado en movimiento. Era importante, asimismo, la luz reflejada por los cuadrados, a su vez, sobre el fondo blanco; todo esto me llevó, lógicamente, a buscar diversos emplazamientos de una fuente de luz artificial en una pieza oscura, lo que produjo resultados diversos. Del mismo modo, variando los fondos, curvándolos o dándoles diferentes formas, los reflejos podían acelerarse o no; y modificando la inclinación de los objetos suspendidos, el recorrido de los reflejos se modificaba, a su vez. De estas experiencias obtuve la conclusión de que el resultado visual era una situación siempre diferente y, sin embargo, la misma.
Julio Le Parc, 1971.