Investigaciones sobre la luz
Como todas mis investigaciones, las que hice con la luz tienen algo que queda en suspenso, que pide una continuación.
La casi totalidad de mis investigaciones no son más que eso, investigaciones.
Su forma debe ser mínima, para poder ser visualizada. Tienen una potencialidad de desarrollo, de adaptación o de integración a ámbitos tan diferentes como la arquitectura, el espectáculo o el cine…
De esas investigaciones de fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, que yo había chapuceado de una manera rudimentaria, más tarde vi cómo, con ayuda del desarrollo de la tecnología de la iluminación, se podían hacer adaptaciones espectaculares, grandilocuentes o simplemente comerciales, cuando el desafío no es más que una manifestación de potencia en kW y un repertorio de efectos fáciles producidos por los ingenieros en electrónica con un alto costo monetario.
Todo esto está lejos del tiempo en que tomaba la bombilla de 60 W de la cocina para hacer mis primeras investigaciones con luz artificial.
Siempre pensé que debe existir una correlación entre los medios utilizados y el resultado.
La imaginación debe prevalecer sobre la técnica.
Las experiencias con la luz y el movimiento se relacionan directamente con la idea de alejarme de la obra fija, estable y definitiva. El espectador se encuentra rodeado o delante del desarrollo de una multitud de cambios, acentuándose el soporte uniforme de los elementos y formas, sin distraer la inestabilidad puesta en evidencia. Así, el espectador percibe una parte de los cambios, lo que le basta para captar el sentido total de la experiencia.
En esa época, pensaba que mi intervención se limitaba a confrontar algunos elementos y que, una vez establecida su relación, el resultado visual obtenido era su consecuencia. Pensaba que eso debía ser vidente para el espectador y que él no tenía que buscar las motivaciones emocionales, estéticas u otras que me habrían conducido a escoger tal o cual imagen.
En la obra tradicional del artista, todo está circunscripto por un sistema de signos y de claves que hace falta conocer de antemano para estar en disposición de apreciarla. Frente a esta situación, pensábamos nosotros que la presentación, de cara al espectador, de experiencias con posibilidades múltiples de cambio (cuyas imágenes eran resultado de la puesta en relación de algunos elementos, y no el producto de la mano sabia o inspirada del artista) constituía un medio ciertamente limitado, pero eficaz, de comenzar o proseguir la demolición de las nociones tradicionales sobre lo que es el arte, cómo se debe de hacer o cómo se debe de apreciar.
A la demanda de realizar algo con la luz con la arquitectura de las torres de la Rochelle y del fuerte Liédot de la isla de Aix, me encuentro en inferioridad de condiciones respecto del manejo de las tecnologías actuales de iluminación. Me queda conjugar los diferentes elementos y, como de costumbre, con una economía de medios, activar mi imaginación y mi reflexión para aportar sugestiones que den por resultado algo simple, directo y evidente.
Así se pone en marcha un proceso de investigación que abre múltiples posibilidades en una escala en la que mi pequeña bombilla de 60 W es insuficiente.
Las eventuales realizaciones deben tener un resultado basado en una experimentación reflexiva que hace surgir una idea clara con una presencia visual que dé la posibilidad de dialogar con el que mira.
Julio Le Parc